sábado, 23 de marzo de 2013

San José: más de cien años en Deusto




Desde hace más de un siglo, una enorme estatua de San José domina Deusto desde una colina, por detrás justo de la Universidad. Se trata de una escultura sólo accesible visualmente para el gran público, ya que se encuentra en medio de una finca privada, perfectamente vallada, perteneciente a la propia Universidad, al otro lado de las vías del antiguo tren de Bilbao a Las Arenas.

Pero, ¿quién, cuándo y por qué decidió erigir en dicho lugar esta imagen de San José? Ni en el archivo histórico de la antigua anteiglesia de Deusto, ni en el de Bilbao –ambos custodiados en el Archivo Histórico Foral de Bizkaia–, se conserva expediente alguno que trate de la preceptiva solicitud y autorización para su instalación.

Todo empieza cuando el Papa Pío IX –léase Pío Nono–, proclama oficialmente a San José como Patrono de la Iglesia Universal –o sea, la católica–, a través del Decreto papal “Quemadmodum Deus”, el 8 de Diciembre de 1870.


San José, Patrono de la Iglesia católica desde 1870

Una década después, hacia 1881, miembros de la alta burguesía mercantil bilbaina –entre los que se encuentra doña Casilda de Iturrizar, viuda del banquero Tomás Epalza– acuerda con la Compañía de Jesús el establecimiento de un centro de estudios superiores en Bilbao regentado por los padres jesuitas. Para materilizar dicho acuerdo, se crea la sociedad anónima La Enseñanza Católica, que adquiere unos terrenos en Deusto, al lado de la ría, y que se prolongan ladera arriba hacia Artxanda. Además, encarga al arquitecto Francisco de Cubas el diseño y construcción de lo que será la futura Universidad de Deusto –la Literaria, pues la Comercial no verá la luz hasta 1916–.

El 13 de Junio de 1883 se coloca la primera piedra de unas obras que se prolongarán hasta 1886. Sin embargo, aún sin finalizar éstas, la finca va a sufrir –parcialmente– una expropiación forzosa que la va a partir en dos, a fin de posibilitar el paso al ferrocarril de Bilbao a Las Arenas, inaugurado en 1887. Son años de progreso, y de gran auge en la industria y el comercio en torno a la Villa del Nervión.


La Universidad de Deusto, en una postal de principios del siglo XX

En todo momento, la intención de los creadores de La Enseñanza Católica, S.A. fue que esta sociedad conservase en exclusiva los títulos de propiedad de los terrenos y edificios, dejando al margen a los jesuitas, quienes únicamente ejercerían las labores docentes y de dirección del centro. Con ello, se trataba de evitar que una nueva disolución de la Compañía de Jesús por parte de algún gobierno liberal provocase la confiscación de sus bienes –lo cual ya había ocurrido cuatro veces en el último siglo–.

En 1904, el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) –republicano, librepensador y anticlerical, cuyas obras completas fueron incluidas en el Indice de Libros Prohibidos, suprimido hace cerca de 50 años tras el Concilio Vaticano II– publica su novela “El intruso”, ambientada en el Bilbao de principios del siglo XX. En ella se plasma con maestría los conflictos sociales de una Bizkaia en plena industrialización. El protagonista es el doctor Aresti –un médico liberal, inspirado en el doctor Enrique Areilza, impulsor de los Hospitales mineros de Triano–. En la primera parte, Aresti emprende viaje en tren a Bilbao desde Gallarta, y Blasco Ibáñez va relatando lo que surge a la vista ante sus ojos. Ya casi al final de trayecto…:
“Después aparecía entre los montes de la ribera izquierda, con una insolencia monumental que irritaba al doctor [Aresti], la Universidad de Deusto, la obra del jesuitismo, señor de la villa. Eran tres enormes cuerpos de edificio con frontones triangulares, y á sus espaldas un parque grandioso, extendiendo su arboleda montaña arriba, hasta la cumbre coronada por una granja vaquería”.
Y continúa diciendo:
En mitad del parque, sobre una eminencia del terreno, habían levantado los jesuítas una imagen de San José, con un arco de focos eléctricos. Mientras dormían los buenos padres, el semicírculo luminoso recordaba á los pueblos de la ría y á la misma Bilbao que allí estaba la orden poderosa y dominadora, pronta siempre á ponerse de pie, no queriendo abdicar ni ocultarse ni aun en la obscuridad de la noche. El doctor hallaba natural que fuese San José el escogido para esta glorificación; el santo resignado y sin voluntad, con la pureza gris de la impotencia, hermoso molde escogido por aquellos educadores para formar la sociedad del porvenir".(1)
San José, más de cien años dominando discretamente Deusto sobre una colina

Como contrapunto al tinte liberal e impío del doctor Aresti, en otra parte de la novela se expresa el sentir de doña Cristina, mujer acaudalada y piadosa:
“La Universidad de Deusto aún interesaba más á doña Cristina. ¡Cómo lamentaba ella no poder entrar en aquel palacio, tantas veces admirado al ir y volver á su casa; no poder correr por la montaña de su parque, y ver de cerca el San José, que dominaba el paisaje, bajo su dosel de luces eléctricas! La sabiduría de los buenos Padres se revelaba en todos los detalles del establecimiento. Allí estudiaban los hijos de las principales familias de España. La nobleza rancia y los ricos de sanos principios, recluían á sus vástagos en la santa escuela. Allí no corrían el peligro, como en las universidades laicas, de tropezar con profesores revolucionarios, y la ciencia antigua y moderna se servía después de bien pasada por el tamiz de Santo Tomás y otros grandes sabios de la Iglesia, únicos depositarios de la verdad”.(2)
Por cierto, que al célebre doctor Areilza no le debió hacer mucha gracia la manera como caracterizó Blasco Ibáñez al personaje que, supuestamente, estaba inspirado en él mismo. Esto lo sabemos por una carta enviada a su amigo Pedro de Múgica, posteriormente a la publicación del libro en 1904, en la que le habla con ironía del asunto:
“Amigo don Pedro: Gracias por sus alabanzas a mi colaboración en "El intruso". Pero voy a echarle quizás un jarro de agua fría […]. El señor Blasco Ibáñez vino a Bilbao a cazar chimbos para hacer una paella de las de su tierra y trajo la puntería puesta hacia mi persona, inducido, sin duda, por algunos periodistas de gorra, de los que suelen caer por esta villa de vez en cuando para explotar la mentalidad del prójimo. En su primer viaje no dio conmigo, y recorrió las minas en compañía de gentes de su partido. Volvió tres meses más tarde y cenó una noche en mi compañía. Y de aquellas horas sacó la primera parte de su libro, siendo de notar que no le ví tomar apunte alguno. Es hombre de memoria prodigiosa que para sí quisiera nuestro Unamuno.
Yo no le conceptúo como espíritu observador, sino como un caso brillante de memoria visual y auditiva. [...]. El señor Blasco Ibáñez quiso venderme un favor haciéndome héroe de su novela. Pero se equivocó  grandemente. A mi no me gusta salir en papeles y menos con el gorro frigio y comiendo chuletas de cura. Por otra parte, me puso a mal con los clericales y peor todavía con los anticlericales, porque yo no represento su héroe. Yo soy cada día más retrógrado y desearía vivir en Rusia viendo cargar los cosacos a la turba callejera, antes que soportar la tiranía y bullanga de estos "kurdas" republicano-socialistas. Otro día continuará su amigo, Areilza".(3)
Desde luego, más claro no se puede hablar.

Como colofón al tema principal de este artículo, creo que han quedado contestadas aunque sea someramente– las dudas que se planteaban al principio, sobre quién, cuándo y por qué se erigió esa estatua de San José sobre la Universidad de Deusto.

Sin embargo, surgen aún varios interrogantes. ¿Quién esculpió la imagen? ¿Es la misma que observó Blasco Ibáñez en sus viajes a Bilbao, cuando trataba de documentarse para escribir su novela? ¿Siguió la estatua allí en el año 1936 cuando, al inicio de la guerra civil, la Universidad de Deusto se convirtió durante unos meses en cuartel general de las Milicias socialistas que a punto estuvieron de volar el edificio al evacuarlo en Junio de 1937, ante la inminente entrada de las tropas franquistas en Bilbao–? Dejamos el tema abierto para otro artículo.

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(1) BLASCO IBAÑEZ, Vicente. "El intruso". F. Sempere y Cía., Editores. Valencia, 1904.
(2) BLASCO IBAÑEZ, Vicente. Op.cit.
(3) VITORIA ORTIZ, Manuel. "Vida y obra del Doctor Areilza". Editorial La Gran Enciclopedia Vasca. Bilbao, 1975. Pág. 234.

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